Los músculos que se requieren cuando se sonríe, o se ríe de verdad, son distintos de los utilizados cuando se finge la sonrisa. Es un hecho, cuanto menos, remarcable.
Fingir y ser honesto. Hacer una historia con grandes dosis de humor, ironía y heredera directa de la sátira más clásica, o rellenar vacíos y grandisimas lagunas arguméntales con humor grueso y temas de actualidad que pierden sentido al mes de su aparición.
Afortunadamente quiero hablar del primer supuesto. Ya que tengo el inmenso placer de hablarles de una de las mejores comedias de todos los tiempos. Lo que ciertamente se le podría denominar un clásico.
En 1976 Neil Simon parió una de las mejores parodias de las típicas novelas de detectives de las décadas 30 y 40. Aquellas fantásticas novelas de Raymond Chandler, Ross Mcdonald, Dashiel Hammett, o Agatha Christie, se vieron reflejadas en un magnífico y distorsionado espejo en la película “Murder by Death”, aquí titulada: “Un cadáver a los postres” . En ella, la dirección de Robert Moore y el guión de Neil Simon, daban pie a que actores consagrados y magníficos secundarios de auténtico lujo pudieran desarrollar una historia tejida con un ritmo y un talento asombrosos.
En “Murder by Death”, nada es lo que parece los giros arguméntales, las parodias continuadas de las historias de serie negra, y los constantes cambios de ritmo, semejan una sinfonía ejecutada con maestría. Donde nada sobra y todo se ofrece en pos de la sonrisa y de la risa.
Ver a David Niven parodiarse a sí mismo como un ricachón metido a detective, a Peter Falk, imitando a los duros detectives estilo Sam Spade o Phillip Marlowe. A James Coco bordando la parodia del remilgado Hércules Poirot. A Elsa Lanchester, la gran novia del Frankenstein de Richard Whale de 1935, a Peter Sellers en una magnífica imitación de las películas del detective chino Charlie Chan de los años 40, o al gran Alec Guinnes en el papel de mayordomo ciego, es un lujo que afortunadamente estáis a tiempo de disfrutar.
“Un cadáver a los postres” posee una serie continua de guiños al cinéfilo y al lector de libros. Desde el nombre del maquiavélico villano de turno, interpretado, con gran sorna de sí mismo, por el escritor Truman Capote, llamado Lionel Twain, en claro homenaje al autor norteamericano del siglo 19, Mark Twain,. Y pasando por los tics y neuras de los autores de serie negra y sus enrevesados giros arguméntales, sin olvidar a esos magníficos secundarios. Por ejemplo, el ayudante de james Coco, protagonizado por James Cromwell, a quien podéis ver años después como el granjero dueño de Babe, el cerdito valiente o como corrupto capitán de policía Dudley Smith en L. A. Confidential.
El humor llena cada segundo de metraje. Humor inteligente, humor ácido, humor directo a las tripas, el corazón y la cabeza. Y, me tendréis que perdonar, pero con esta peli no puedo ser objetivo, es imposible. Ignoro las veces que la he visto, pero cada vez que vuelvo a disfrutar de ella, sigo riéndome. Juegos de palabras, (buen doblaje al castellano, todo un mérito cuadrar según que escenas), intérpretes que disfrutan parodiándose a sí mismos, ritmo, guión, no en vano, Neil Simon ya había creado en teatro y cine a la extraña pareja, con Walter Matthau y Jack Lemmon y había creado otra obra de arte guionizando la versión de la obra teatral “Primera Plana” dirigida por el gran Billy Wilder en 1974.
No quiero redundar en lo evidente; “Murder by Death” es un clásico. Una película a la altura de las obras de Chaplin, Keaton o Laurel & hardy
Habar de una sola de sus escenas es faltar al respeto al humor. Si aún no os a convencido mi desbocada argumentación, permitid que el talento puro os muestre la verdad en forma de tres escenas escogidas al azar.
Hacedme caso, tenéis que ver esta película.
No os arrepentiréis.
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