miércoles, 1 de mayo de 2013

Davidson Hart Kingsbery : Ventanas al Desierto



El pedazo del mundo que recorta la ventana de la habitación en la que permanece inmóvil desde hace más años de los que nadie desearía y era capaz de recordar, Es un trocito de cielo. Un cielo azul o gris o tachonado de estrellas y lunas vagabundas que acuden fieles a su cita en la ventana mes a mes.

Además, ve las ramas escuálidas y huérfanas  de hojas de un viejo olmo resquebrajado y terminal que, cuando el viento golpea con rabia la ciudad, manotea, como la garra de una bruja de película de Disney el cristal de la ventana, quien sabe si con la intención de romperlo, estirar la rama y atenazar el corazón de la persona postrada en la cama como reclamando una vieja deuda que al fin iba a cobrar.

No es mucho. Pero es el mundo. Aún y todo, eso hubiera sido del todo insuficiente y dolorosamente pobre si no estuviese la música.

Cada mañana alguien, no sabía quién, sus ojos no abarcaban ese ángulo de la habitación, le deja en un reproductor de CD un disco. Cada mañana uno distinto, sin repetirse nunca. De estilos y texturas variadas. Buena música siempre. Y eso, es lo que al fin y al cabo importaba.

La voz que trae la música, posee un sonido tranquilo, pausado. Pero llena de música, a su vez y  tintada de un ánimo que recorre cada frase que dice como un rio subterráneo que llena de vida las entrañas de la tierra.

La voz deja la habitación con un –Que lo disfrutes- Y sólo queda la música y la persona postrada en la cama. Pero en ese momento, ya no hay soledad. La música llena la habitación y el mundo. Hace crecer magia y emoción y sonrisas que nacen en el corazón aunque, los puentes para llegar a la boca estén derruidos y desperdigados por su cuerpo inerte hace una eternidad.

Hoy la mañana empieza con “Met An Angel” una deliciosa canción de un  disco titulado “2 Horses” de una banda que atiende al nombre de Davidson Hart  Kingsbery. Y esa melodía arranca el alma de la persona y la hace volar a través del cristal. Y alzarse hacia un cielo azul que ya no es el de la monótona y lastrante ciudad en la que ha languidecido desde hace años. Ahora el cielo azul es el de un desierto sin nombre, más intenso, más amplio con un horizonte que duele mirar.

“Stay Outa My Dreams”  y “2 Horses” parece estar hecha para escucharla desde un cadillac de 1957 con una carretera que crece a cada kilómetro que recorres. Con el viento enredándose en tu pelo y susurrándote al oído canciones con la belleza y la intensidad de “Stuck In Washington” o “Sunflowers On The Water”. Es una música que el chaval de Paris, Texas (Sip, como en la peli de Win Wenders) que las canta las saca desde las putas tripas. La crudeza en la voz de Hart Kingsbery, semeja a mascar esa gravilla del desierto que cruje bajo el peso de las botas gastadas que tú y tú y también tú desearíais calzar poniendo rumbo hacia una nada deliciosa y ajena a los mapas, a las cuadrículas al orden. Puro Outlaw, con la sangre hirviendo y no por el calor del desierto sino por el fuego del alma que estalla a cada estrofa, a cada nota que la banda escupe desde allí dentro. Desde esa cueva cuyo frescor rememora el primer amanecer de este planeta y cuya intensidad todos hemos olvidado, o casi.

Ben Strehle a los teclados, Dean Johnson a la guitarra solista y a las preciosas harmonías vocales, Bryan Crawford a la batería, Eric Himes al bajo y Hart Kingsbery a la voz solista y a la guitarra acústica parecen cabalgar al lado de la persona, huyendo de una ley que obliga al aburrimiento, al sometimiento a la jaula donde tan cómodos se encuentran algunos y algunas; o en pos del próximo garito donde tocar canciones como “Devil In His Heart” o “Nyquil and Wine”. Poder e intensidad en temas que llenan el día de más luz de la que el propio desierto es capaz de tener y canciones que anuncian esa calma que da el atardecer y preludia la noche invitando a los depredadores a bailar canciones de vida y muerte.

La música llena el alma de la persona de sonidos, de texturas, de olores y sabores que nunca ha experimentado. La música arrastra a la persona lejos del cuerpo que parece un sudario, la empuja afuera, a otra vida, a una vida. La hace sentir y al sentir, es. Y de este modo, no hay prisión que la retenga. No hay maldición que sea capaz de infligirle temor, no hay horizonte al que no pueda llegar y no hay, nunca habrá, muerte que le pueda alcanzar.





2 comentarios:

Unknown dijo...

Fantastico sonido como para llenar muchas habitaciones de magia y emocion .
Un abrazo rocanrolero mi amigo

Pau dijo...

A mi me recuerda a Graham Parker en algunos temas.Gracias por tu magnífico blog.Un saludo.