De aquí a menos de dos semanas, se celebrará el aniversario de la muerte de William Borsay. Tipo enjuto y macarra. Deliciosamente engreído. Sudador de elegancia y altanería, de buen gusto y decadencia. Individuo entregado, sufriente, solitario, en muchas ocasiones. Doliente y condenado a su propia esencia, obligado, por si mismo a un penal absurdo en una isla del diablo emocional que, quien la conoce, sabe de lo terrible de sus estructuras y modos, de sus secuelas y de lo difícil que es salir de ella.
Willie Deville se nos fue un seis de Agosto. Su música, si tú quieres, te acompañará hasta que tú también tomes el mismo camino. El de de Stamford, en el estado de Conneticut, se agarró al cuello, primero de la ciudad de Nueva York y absorbió las mixturas tan variopintas y llenas de ramificaciones emocionales y culturales que la cuidad le ofrecía.
Desde sus inicios en la banda Mink DeVille en 1974 hasta su carrera en solitario, truncada por la parca, el dandy criollo nos ofreció conciertos y canciones, emociones y alma en cada letra, en cada nota, en cada frase susurrada o gritada por esa garganta pecadora y llena de, como él mismo cantaba, Savoir faire.
Europa adoró a Willie. Su propio país lo relegó a esos segundos planos, a esas terceras categorías obscenas y llenas de resentimiento por lo diferente, por lo original. Aquí, en el continente, Willie Deville, vivió lo que otros músicos de Jazz en los cincuenta, o escritores como Chester Himes, en los sesenta, vivieron. Adoración, cariño, sonrisas tras serles presentadas esos pedazos de alma que cada autor ofrece en sacrificio a quien quiera escucharle, a quien quiera pararse un minuto o tres y sentir lo que eses tipo o esa tía es capaz de dar.
Trasladarse a Paris y dar con el click fue casi todo uno. Su segundo álbum, Le chat bleu fue grabado en París porque en su fiebre por dar con algo nuevo, DeVille quería que los arreglos de cuerda los hiciera el compositor francés Jean-Claude Petit. Y lo consiguió. Creó un disco que no se había escuchado antes, lleno de ese Savoir Faire que él tanto conocía. Tanto que la compañía discográfica con la que trabajaba Mink Deville lo sacó sólo en Europa en 1980. El éxito que alcanzó en ese continente fue tan imprevisto, que la firma se replanteó su actitud y accedió a ponerlo a la venta en EEUU un año más tarde.
Pero el mestizaje musical de DeVille no había hecho más que comenzar. En 1987, dejó la banda para grabar bajo su propio nombre artístico y se fue a Londres donde colaboró con otro nombre musical popular, Mark Knopfler, guitarrista de Dire Straits aunque, ciertamente, Willie, colega, lo que hiciste con el Mark…eeehhh ha habido cosas mejores ¿eh man?. Juntos grabaron Storybook love, el tema principal de la película La princesa prometida, que fue nominado a un Oscar, ya ves tú que bien.
En su insaciable búsqueda de la verdad, el alma y la esencia más pura de la música, DeVille se trasladó a Nueva Orleans, en 1988. Allí llegó a las raíces del soul y ahondó en la música Cajún. Fruto de ese conocimiento profundo fue Victory Mixture, un magnifico compendio de sonidos clásicos del Blues más New Orleans, con el que vendió cien mil copias en Europa, lo que le permitió realizar una gira exitosa por locales del viejo continente.
Al terminar, se fue a Los Ángeles donde grabaría sus siguientes álbumes y donde alcanzaría la cumbre de su eclecticismo al zambullirse en la música latina de la ciudad con grupos como Los Lobos y los Mariachis Camperos. Con esas dos bandas y otras hispanas y latinas crearía Backstreets of Desire, disco que se hizo famoso por la versión mariachi del Hey Joe, que popularizó Jimmy Hendrix. El tema fue un completo éxito en España y en Francia, al igual que Willy Deville Life, album que alcanzó el número uno en España. Si a esto le incluyes el tirón absurdo que tuvo una canción, por otra parte cojonuda, como “Demasiado Corazón” en este país de patanes y mediocres, entiendes como el bueno de Willie terminó su concierto en Pamplona.
Al cual fui con 38 grados y medio de fiebre, tío, era Willie Deville, con un “Fuck´em all” que a mí me conmovió y me hizo sonreír como un pirata, al constatar como el público le pedia esta canción y el puto “Hey Joe”.
Quince discos, creo, lo digo de memoria. Multitud de conciertos, de amor por la MÚSICA, si, con mayúsculas, de emociones a flor de piel. De vida vivida como se debe vivirla. Un tío que no lo tenía fácil en este asunto.
Falleció de cáncer de páncreas en la noche del 6 al 7 de agosto de 2009 en un hospital de Nueva York, su ciudad natal. «Willy DeVille se fue esta noche al lado de Edith Piaf, Jack Nitzsche y Johnny Thunders», comunicó la empresa organizadora de sus giras por Francia, Caramba Spectacles.3 El artista padecía también hepatitis C.1. Ocasionada por su larguísima adicción a la heroína y un machaque constante a un cuerpo y a un alma que le exigía más, emoción, más romanticismo. Más amor, más Rock N Roll...Más vida, por irónico que parezca.
Willie se marchó como quiso, o como pudo. O, meramente se marchó. Todos lo haremos. Todos miraremos hacia ese delante que sólo se ve una vez. Lo inteligente sería, creo yo, no mirar atrás con miedo, con ira, con pena. Las personas que se marchan ya no cuentan en esto que se llama vida. Pero somos nosotros, los que seguimos en este carruaje de caballos tan decadente como romántico que es la vida los que estamos obligados, o así, a sonreír. A recordar las cosas buenas, los momentos únicos. Los días que construyeron parte de nuestra existencia.
Willie nos dejó. Me dejó, a mí al menos. Un pedazo de su alma; canciones, palabras, poesía, rabia y Rock y Blues y Soul y dulzura y elegancia y mala ostia y, por supuesto… Savoir Faire.
Willie Deville lleva dos años, de aquí a nada, en el infierno. Si es que existe esta mamarrachada religiosa. Porque, afrontémoslo niñas y niños, el bueno de Willie, ni de coña seria admitido en un lugar tan facha y rancio como es el cielo. Así que alcemos nuestras copas con el mejor vino blanco de esa ciudad mágica que alguno llaman Nola y otros Katrina Ville, y bebamos a la salud del criollo pirata.
Y a las farras que se estará corriendo el cabrón en el Averno.
5 comentarios:
Han pasado tres años y yo todavía lo echo mucho de menos.
Cuando el cáncer ya se lo estaba comiendo dió unos últimos conciertos por Europa,no me lo pensé y compré una entrada y me marché a Amsterdam para verlo en la sala Paradiso.Fisicamente ya estaba muy mal pero sacó el show adelante con mucha elegancia y yo lo recordaré siempre como algo tremendamente emocionante.Fué la última vez que supe de él,apenas un par de meses después nos dejaría.
A mí nunca me gustó Demasiado Corazón.
Joder tío que post mas bueno, ya te vale... No he hecho el caso que merece la obra de este tío, conozco algo pero no demasiado, lo tengo que remediar y esta entrada tan buena es la motivación última que necesitaba.
Feliz fin de semana tío y gracias por el post.
Un genio. La noticia de su muerte me cogió un poco de sorpresa a pesar de su enfermedad. No controlo mucho su discografía pero lo poco que tengo de él me encanta.
Un abrazo muy grande
Su perdida me dolio mucho! Siempre hay algun momento para pnchar algun disco! Le Chat Bleu esta muy anclado a mi memoria personal.Le vi en Pamplona en su gira Loup Garou por cierto!
un abrazo
como se decia de gene vincent:
we sure miss you !
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