"Yo era un niño normal. O lo que es lo mismo, era egoísta y no estaba del todo convencido de que existieran más cosas aparte de mi, y tenia la certeza -total, absoluta e inamovible - de que yo era lo más importante de toda las creación. No había nada que fuera más importante para mi que yo mismo."
Estas frases pronunciadas, desde la distancia y el pensamiento de un niño de siete años, por el protagonista de la última novela del escritor inglés Neil Gaiman, definen una parte importante de la esencia de dicha obra y, por extensión, nos definen, en su mayor parte, a las personas. Todos esos pedacitos de carne y huesos que deambulamos por el planeta tan asustados, tan ansiosos, tan perdidos.
Para todos esos estados alterados y neuróticos de la existencia, Gaiman nos ofrece una dulce reflexión sobre la infancia, sobre la imaginación, los sueños, las perspectivas y sus alrededores. Esos que para un niño de siete años pueden ser una aventura asombrosa. Y como algunas decisiones, aleatorias o meditadas, causales o casuales, condicionan la vida. Y, siempre, siempre...traen consecuencias.
Se dice de "El océano al final del camino" que es: "Una novela sobre el recuerdo, la magia y la supervivencia; sobre el poder de los cuentos y la oscuridad que hay dentro de cada uno de nosotros"
Es algo más. Es la obra que me ha reconciliado con un autor al que adoré en sus obras iniciales y al que ya daba por perdido por mor de una deriva creativa tan desigual como decepcionante.
Y esta decepción, o la decepción en si, es un virus terrible que, si anida en el alma de las personas, corrompe poco a poco algo tan precioso y necesario como la ilusión.
Somos, en demasiadas ocasiones, niñatos malcriados acostumbrados a historias maravillosamente escritas y mejor contadas. A los abrazos y los besos a la carta. A los discos de oro, sin canciones de relleno. A que siempre sea nuestro cumpleaños y nos alumbren soles veraniegos y nos acaricien brisas primaverales.
Y..¡Ay!, tan pocas veces suceden las cosas de ese modo. Así, enfurruñamos el alma, nos negamos a comer; hacemos lo posible para que las personas que nos quieren, y a las que queremos, se sientan miserables y, que ¡¡Joder, no escenifiquen, por lo menos su felicidad delante de nuestro compungido corazón!!
Así, tornamos nuestro corazón en veneno de critico implacable. Nos cargamos de argumentos y nos afanamos en desmontar al escritor, al músico, a esa persona que está a tu lado. Da igual que sea tu madre, que tu novia, que tu hermano o tu amigo...
Exigimos nuestra dosis de emoción, esa que nos procura satisfacción, y, si no es así, nadie a nuestro alrededor debería sentirla ¿no?
Tenemos tanto que aprender como seres humanos.
Todos hemos sufrido miedos, terribles momentos que empujan a tu corazón a salirse del pecho. Miedos reales o miedos imaginados. Igual de terribles y asesinos.
Gaiman me ha regalado momentos memorables en esta obra, que empezó como un cuento corto y ha terminado siendo una narración adictiva y sublime. En la cual nos introduce en una trama de la que no deseas salir, así como no deseas que la obra acabe, y que no acabe como temes que puede terminar. En ella sientes una arrebatadora curiosidad por la maravillosa y femenina familia Hempstock, abuela, madre e hija de esa historia que cuentan de como llegaron al pueblo a través del océano, que en realidad, parece, o tal vez lo sea, un pequeño estanque, cuando su mundo estalló. Quieres, igual que el niño protagonista, saber de su vida, de que son en realidad, que hacen, y como hacen lo que hacen. Otra vez Gaiman trae esa imagen atávica de las tres parcas, las tres furias, las tres brujas, que ya utilizara William Shakespeare en sus obras. Y que el propio Gaiman dio voz y actos en su celebrada y absolutamente recomendable colección de comics: The Sandman.
Cuando llegas a ese final cerrado, algo desesperanzador pero tan dulce y emotivo de la obra, deseas que Neil Gaiman se volviera, y a nosotros con él, volviera a sumergir en ese mágico océano que alberga el todo. Aunque, para ello, haya que sortear monstruos
La fantasía y la magia deberían de ser imprescindibles en nuestra vida, aunque nos la prohíban por real decreto, o en consejo de ministros. Aunque las caras y las almas cabizbajadas con los que te cruzas cada día, intenten quitárnoslas o nos digan que son tonterías,aunque crezcamos y la blancura del pelo se enrede en una vista cansada y te dificulte la maravillosa y mágica puesta de ese sol de medianoche que te da esos deliciosos rayos de luz a los que siempre te podrás aferrar. Agarrarnos a la imaginación, a las palabras que salvan vidas y crean sonrisas. Igual que nuestro protagonista se agarra a Ginnie Hempstock mientras el mundo se descompone.
2 comentarios:
Asi como Sandman y otros comics de Neil son magnificos. american Gods no me había gustado pero visto el video y tu comentario le dare una nueva oportunidad
Tras cinco años de silencio descubrir lo nuevo de Gaiman apetece. Me quedo con el titulo original y su portada. Es una pena que ciertas traducciones no hagan justicia a autores tan imaginativos como este. Si teneis oportunidad leedlo en su idioma.
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