Influye, desde luego, esta primavera travestida en invierno húmedo y desangelado. Domingo, tarde de trabajo, de tedio, de estar donde, precisamente, menos quieres estar. Lamento pueril y tontorrón del que lo tiene todo, o casi.
Afuera, la tarde avanza, como la lengua de un glaciar, lenta, como los pensamientos de la gente que veo. Malhumor egoísta y simplón. Siempre habrá motivos para acusar a todo lo demás de esa cuota de infelicidad con la que nos embadurnamos y de la cual abusamos como si fuera colonia.
Dentro, veo/imagino tejados en claroscuro, depósitos de agua y edificios tiznados del hollín de los años, de la suciedad de las vidas pasadas. Todo queda en penumbra, recortado en un atardecer imposible, irreal.
El afuera es un recordatorio persistente pero melifluo de una realidad que no me interesa, el adentro, me pertenece y en él me recreo y sueño despierto, que es el único modo válido de soñar.
Recorrer una ciudad aburrida una y otra y otra y otra vez, al ritmo cansino de una lluvia que no se lleva más que suspiros de cansancio y aburrimiento queda en un segundo plano. Dentro, esa otra ciudad respira, proyecta sombras de tinta china y celuloide, de tragedias y grandezas, de vidas hermosas e imposibles, de sueños resquebrajados y esperanzas asustadizas.
Sueño con Hell´s Kitchen, bañada en un eterno crepúsculo. Una Nueva York de tebeo en la que crecen historias que apestan a tragedia griega, a cine negro, a gente mala, cruel y desalmada, a héroes caídos y a esa redención necesaria que los hará inmortales.
Sueño con tebeos hechos carne. Con imágenes que no necesitan de la cinética del pensamiento ni la habilidad de los artistas para moverse.
Hoy, veo a uno de mis personajes favoritos de todos los tiempos, respirar y sangrar, sentir y aguantar en pie ante toda la tormenta que se precipita sobre su vida.
Matt Murdock, abogado, ciego como la justicia, es el vigilante nocturno Daredevil, implacable con la maldad humana, como debería de ser la justicia, en la serie de Netflix: Daredevil; una de las más agradables sorpresas que me ha deparado el destino en estos últimos tiempos.
Para mi, que he crecido leyendo una miriada de historias sobre el Diablo intrépido, desde los tiempos en que la editorial Vertice los publicaba como Dan Defensor, a finales de los sesenta, ver a Charlie Cox moverse en escena, con esos tics propios de un invidente, ver a Elden Henson como un magnifico y muy verosímil Franklin «Foggy» Nelson, compañero de bufete y amigo de Murdock, o adivinar que Vondie Curtis-Hall, a pesar de que Frank Miller lo imaginase blanco, es el mejor Ben Urich, que se podría haber elegido y que clava su rol de periodista y con el tiempo, gran amigo de Daredevil. O sentir la ominosidad y aterradora gravitación que impone Vincent D'Onofrio en el papel de Wilson Fisk, némesis del protagonista y poseedor, a su vez, de una trágica y homérica historia, son un sueño imposible que hoy se vuelve mágicamente realidad.David Ford y su mejor disco: "Songs For The Road" de 2007, son la banda sonora perfecta para la historia del abogado ciego con los cuatro sentidos restantes aumentados por la radiación a niveles superhumanos, debido al accidente que tuvo cuando era niño. A pesar de su ceguera, puede "ver" a través de un "sexto sentido" que le sirve como un radar similar al de los murciélagos, llamado ecolocalización. Las diez canciones que el británico firma en este maravilloso álbum poseen la dosis de fuerza, tristeza, esperanza, fragilidad y grandeza que definen a Matt Murdock. Sientes que se mueve por esa vida de ficción como las notas que Ford compone para canciones tan bellas como "Im alright now", "Train" o "Song for the road".
La biografía del personaje,es básicamente esta: Abandonado por su madre, Matt Murdock fue criado por su padre, el boxeador Jack "Batallador" Murdock, en Hell's kitchen (Barrio de Manhattan, Nueva York) .JackMurdock impone al joven Matt que las reglas son necesarias para evitar que las personas se comporten indebidamente, empujándolo a estudiar Derecho.
Será al tratar de impedir un atropello cuando, un camión derrama su carga radiactiva dejando ciego a Matt y, sorprendentemente, la radiación incrementa sus cuatro sentidos restantes, era 1964 y los tebeos estaban impregnados de esa inocencia y ausencia realista de hechos imposibles.
Bajo la tutela del maestro ciego de artes marciales Stick, Matt dominó sus sentidos y se convirtió en un luchador formidable. También asistió a la Escuela de Derecho de Columbia junto a su mejor amigo, Franklin "Foggy" Nelson, pero antes de obtener su doctorado, su padre fue asesinado por los agentes del Arreglador (Roscoe Sweeny) por negarse a perder una lucha. Enfurecido cuando el sistema jurídico no llevó al Arreglador a la justicia, Matt se puso un traje hecho de la bata de boxeo de su padre y entró en acción como "Daredevil", atacando salvajemente a los asesinos de su padre y aterrando al mismo Arreglador, llevándolo hasta la muerte. Con el establecimiento de una pequeña firma de abogados en Nueva York junto a Foggy, Matt se comprometió a servir a la Ley como Matt Murdock y luchar contra los males más allá del alcance de ésta como Daredevil.
Ahora, en esta serie de trece episodios, veo a Matt Murdock, magníficamente interpretado por Cox, veo como llega a su vida Karen Page, el amor de su vida, y no puedo evitar una mueca de tristeza al saber que pasará en sus vidas de papel y tinta, cuando Frank Miller, junto a David Mazuchelli firmen una de las mejores obras realizadas en todos los tiempos: Born Again, donde la confrontación entre Wilson Fisk y Matt Murdock alcanzan el nivel de las tragedias de Sófocles o Esquilo; y me pregunto si veré desarrollarse en la serie esta monumental historia, si veré a Matt sujetar a karen al borde del precipicio emocional en que ha convertido su vida.
Me pregunto si serán capaces de plasmar todos los poderosos matices que alberga la historia. La grandeza y la caída y la redención de personajes que, siendo extremos e irreales, a veces...joder a veces respiran y sienten y viven con más intensidad y fuerza que muchos de esos nada con los que me cruzo en la vida real.
Toda esta perorata algo desquiciada se la debía al chavalin que corretea dentro de mi, al tipo que se emociona con una buena historia bien contada. Al niño que se leyó hace unos cuarenta y dos o cuarenta y cuatro años esa primera historia creada por Stan Lee y Bill Everett, en aquel invierno en que la vida no era, por no ser, ni un esbozo y todo podía haber sido y los caminos se bifurcaban y desaparecían en futuros imposibles.
Ver, hoy, a todos aquellos personajes que me han acompañado moverse, tomar prestados del papel, gestos y palabras y dirigirse hacia esa épica que solo las buenas historias pueden crear, provoca en mi un cúmulo de emociones que quería compartir con vosotros, personajes ficticios, hasta que se demuestre lo contrario, que podéis terminar leyendo este saco de palabras y sensaciones que he desparramado con la vana pretensión de haceros sentir, esa emoción que arde en mi, con el sano deseo de aconsejaros la serie Daredevil o algunos de los arcos argumentales plasmados en el papel que, a los que aman las buenas historias, a buen seguro satisfarán.
Yo, por mi parte sueño, aún con tejados a medianoche, con una justicia amarga pero necesaria. Con la posibilidad de recuperar la música de la vida aunque la partitura se ensucie y se arrugue y los instrumentos que la hacen sonar estén resquebrajados.
Sueño que la sangre se diluye en la lluvia y el sudor tras la batalla desaparece con el agua limpia. Que podemos levantarnos, permanecer en pie y afrontar la próxima batalla con una mueca que, bien podría ser una sonrisa.
Y que hay un verano para pasear, sin más, por calles desconocidas con todo el tiempo del mundo para perder.
3 comentarios:
Eres increible, un lujo que el destino puso en mi camino, has vuelto a dejarme inmersa en un sueño que nunca crei soñar, me lo quedo para mi.
sensacional primeros episodios dignos de frank miller
La tengo en la agenda para empezar a seguirla..Maginfico texto por cierto.
un saludo.
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