Erase una vez una ciudad pequeña. Una ciudad que imitaba a las bayetas de cocina con demasiados fregados en sus pliegues. La ciudad era gris, mohosa, deshilachada y apestaba a todo lo rancio que había tenido que arrastrar. Por la ciudad, al igual que en la bayeta, se arrastraban personas, como gérmenes, algunos más perniciosos que otros, los menos, impulsados por el deseo de sobrevivir.
Nada perturbaba la grisácea quietud de la bayeta. En ella, las personas que anidaban entre sus pliegues, igual que calles, esperaban el nuevo día sabedores de que no habría entusiasmo en ellos. De que la luz quedaría opacada por unos párpados eternamente legañosos que habían logrado esquivar la luz del sol con deprimente habilidad. Mejor esta grisetud de las cosas, se decían, que nada mueva el polvo de la inacción que tan sabiamente hemos acumulado durante años.
Pero en la ciudad había sueños, aún los hay. Por sus pliegues, igual que calles, se movían, a bandazos y poco acertadamente, bien es cierto, personas que trataban de mirar al sol, de inundarse en el azul o, si todo eso les fallaba, de soñar con ello.
Los personajes que buscaban ese algo inaprensible e indefinible que les era necesario para mover el corazón, no eran sencillos e inocentes como los que pululan en las novelas de Faulkner o Bradbury, ni eran cuatro como los mosqueteros de Dumas. Pero tampoco tenían el talento para ser perdedores natos de las obras de Fante, Bukowski, Cheever o Ford. Se movían porque sentían que podían hacerlo, sin mucho rumbo, sin mucho acierto, alguno, sin esperanza.
Existía, al menos, la música. Ese oxigeno del alma que les levantaba del suelo de sargazo y les empujaba a soñar. A buscar ese sol que sonaba como un Rock N Roll. Pero, ¡ay!, estaba tan lejos y su luz era tan tenue que escuchar canciones ya no era suficiente, necesitaban sentir su calor. Pero en aquel lugar tan gris, nada iluminaba sus calles, ninguna luz atravesaba sus cielos de ladrillo.
Pero una vez...Una vez, por error, por casualidad o porque algún valiente se equivocó, un pedazo de sol inglés rebotó en el lugar menos apropiado y terminó cayendo en un local de la ciudad.
Era un sol joven, tremendamente joven lleno de Blues-Rock, Soul y Rock N Roll. Llegados de lo más profundo e ignoto de Wiltshire en el Reino Unido, Hugh Coltman, Jesse Davey, Robin Davey, Jon Amor y Dave Raebum se enfundaron cientos de miles de escuchas de Albert King, BB King, The Fabulous Thunderbirds, Jimi Hendrix y, sobre todo, Stevie Ray Vaughan y formaron The Hoax.
En la sala de la ciudad en la que tocaron apenas había setenta personas, pero la intuición de uno de los protagonistas respecto del grupo, del que ignoraba absolutamente todo, fue acertada. Estaban viendo y, sobre todo, oyendo algo fascinante, hipnótico. Una borrachera de sonidos del mejor Blues-Rock de ascendencia norteamericana envuelto en el The Times londinense que, segundos antes, había sido utilizado para envolver unas Fish N Chips.
Los críos, su bajista aún tenía rastros de acné en la cara, destaparon la ciudad, la hicieron bailar, le limpiaron la cara a golpe de punteo, de alma arrebatada en canciones que hablaban de tristeza, de abandono, de pérdida, de noches de vino sin rosas, de risas a deshoras cuando la aurora no es una chica sino el frío y doloroso amanecer.
Desde aquel día The Hoax se convirtieron en una sonrisa, en un recuerdo grato en el alma de los afortunados que tuvieron la posibilidad de verlos, así de frescos, con su primer CD bajo el brazo y el corazón lleno de sueños y electricidad.
No es de extrañar que hoy, cuando la ciudad parece otra bayeta y en el corazón de aquellos que la sentían gris y rancia, se ha asentado el peso inevitable e inamovible de que nada cambia pero las arrugas y el gris se ha ido asentando en los cuerpos, nunca en las almas, los personajes de esta historia sonrían al saber que The Hoax han vuelto con su "Big City Blues". Más crudos, menos inocentes y luminosos pero con el mismo talento interpretativo y la capacidad de dejarte sentado y necesitando minutos para escuchar. " Can´t Do Right for Doing Wrong", " Give Me a Drink"," Pledge Giver Blues", "Keep on Messin´" o el insólito Blues cantado en francés "Tes Nuits Insolits" son Hoax de ahora, con algo de menos luz y unas sombras enrevesadas, sudorosas envueltas en electricidad. Pero con todo lo necesario para movernos la carne, y envolvernos el alma con todo ese Blues que nos queda por soñar.
The Hoax:Can´t Do Right for Doing Wrong
The Hoax: Keep on Messin´
3 comentarios:
pues totalmente desconocidos para mi, asi que ahi voy..suenan muy bien. Y tus textos , como siemper, de diez. un abrazo,
Vivo un verano repleto de Rock & Rolles, de tardes de conciertos en las calles y de estar más que agusto con lo que me rodea, vivo en una ciudad donde las bayetas rancias de las que hablas pululan por sus calles y qué curioso que pasan inadvertidas delante de mis ojos porque lo único que quiero ponerme delante es mi verano interminable.
The Hoax es un grupo por el que hago un alto en mi camino y me dejo llevar por un baile interminable.
Buen finde chico rockero...toca rodar asfalto en busca de nuestra gente.
¡Joder tío!, los tengo descargados pero aun no los he escuchado, me has creado un estado de ansiedad que no se si voy a poder evitar, pero estoy comprometido con Dylan, después estos The Hoax.
Entradón colega.
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