martes, 16 de febrero de 2010

Edward Bunker "Escribir desde las tripas"

Edward Bunker fue, ante todo, escritor. Tambien un observador del mundo, con una perspectiva incisiva y demoledoramente sincera. Asimismo pasó parte de su niñez y adolescencia, entrando y saliendo de casas de acogida y reformatorios. Preparativos éstos, para que fuera adaptándose a lo que posteriormente seria gran parte de su vida adulta: entrar y salir de prisión. Debido a su “talento” como atracador a mano armada, traficante de drogas, extorsionador, estafador… ¿es necesario seguir? Edward Bunker nunca fue un santo, aunque redimió gran parte de su culpa y sus pecados con esa otra adicción que le consumía por dentro, y no me refiero a la Heroína, que tambien se lo comió durante una temporada, sino a la literatura. A describir, a contar, a vomitar, en ocasiones, escenas, diálogos, miedos, sentimientos, en definitiva. Y en esto, Edgard Bunker era muy bueno.


La capacidad descriptiva de Bunker se despliega desde la primera frase del libro, envolviéndote de manera natural, arrastrándote a su mundo y obligándote a verlo desde su perspectiva única. Todo se desarrolla de manera tan sencilla y natural que, para cunado te das cuenta, te estás moviendo en el submundo que es la vida de Max Dembo. Alter-ego de Bunker hecho, cual Frankenstein, de retazos de experiencias vitales del autor.

Bunker crea a lo largo del libro que comento: No Existe Bestia Tan Feroz, escenas memorables, análisis tan afilados como un bisturí. Frases como la que sigue: “-Me respetaba debido a que yo era un delincuente, a mi habilidad para robar y a que parte del botín acababa redundando en su beneficio. Me respetaba como el Chacal respeta al León y se aprovechaba de ello del mismo modo” dan muestra del talento de una persona que ve el mundo tal cual es. Lo de que se circunscriba al mundo del crimen es, en cierto modo, circunstancial. Si esa frase la colocas en cualquier otro contexto, verás que sigue teniendo sentido y que la definición de personas así es acertada y totalmente veraz.

Lo que Bunker desarrollaba a través de personajes memorables, perdedores, caídos desde la cuna hasta la tumba. Carne de presidio, de esquinas oscuras con olor a orina, a putrefacción del alma a futuros que terminan en un muro infranqueable. Lo que el autor desarrolla, se extiende más allá del mundo de la delincuencia y es, claramente extrapolable a ese mundo que está más cerca de ti de lo que probablemente, crees.

¿Es entonces necesario pasar por el mundo más sórdido, más cruel, sufrir y caer en la ciénaga del mal para poder contar una historia, una buena historia? Evidentemente, no. Robert E. Howard, Jules Verne, Edgar Rice Burroughs, no se movieron apenas de sus lugares de nacimiento y crearon obras grandisimas que, aún hoy, perduran.

Sin embargo, lo que uno cuenta, tras haberlo sufrido, posee una pátina única, especial. Lo que autores como Jean Genet, Jack London o el propio Bunker relatan en sus obras, te marcan, si posees esa receptividad especial ante una manera de contar única.

Edward Bunker debutó con este libro en 1973. Cinco libros más, además de uno de memorias: La Educación De Un Ladrón. Asesorias para directores y guiones cinematográficos en ese Hollywood que odiaba y amaba. Una candidatura al oscar al mejor guión en 1985 por El Tren Del Infierno dirigida por Andréi Konchalovski y una aparición anecdótica en la película de Tarantino Reservoir Dogs, interpretando a Mr. Blue.

No está mal para un tipo que estuvo una vez en la lista de los diez hombres más buscados del FBI.



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